La Sinceridad es una virtud de la cual todo ser humano debe sentirse plenamente orgulloso. Yo particularmente me considero una persona muy sincera, y hago de esta virtud un uso muy común. Para mi la sinceridad es la mejor de las virtudes, es como un tesoro que cada uno de nosotros tiene guardado en sus corazones, pero que lamentablemente, pocos, muy pocos, sabemos utilizar.
Normalmente, cuando conozco a una persona y comienzo una relación con ella, independientemente, sea cual sea, dicha relación, al inicio de nuestras conversaciones, uno de los puntos que hago mención es la sinceridad, no mentir, ser transparente. En principio, me responden: “Eso esta muy bien, porque yo también me considero una persona sincera y no me gusta que me hablen mentiras, antes que una mentira, prefiero la verdad, aunque duela.”
Y es cuando yo, conociéndome, le expreso lo siguiente: “Espero que mantengas tú posición al respecto, porque cuando siento las cosas, las digo como son, sin reparar en que te vas a sentir mal o no, porque la verdad es la verdad, por encima de cualquier cosa.”
Ahora bien, ¿Dónde está el punto medular de esta virtud?, y en esto le doy la razón al dicho que reza, y que no menos cierto, tiene mucho de real: “No importa lo que digas sino como lo digas”. Y aún cuando analizar lo que nos indica este dicho, no es el tema central de este escrito, vale destacar que lo mejor de todo es, ser sincero y decir la verdad siempre, aunque moleste.
Yo he tenido unos cuantos inconvenientes, por no decir muchos, con varias personas, por ser sincero, porque como dice un populoso refrán: “No es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar.” La mayoría de personas, te piden, te agradecen, te exigen y hasta te reclaman, por no ser sinceros con ellos, pero ¿qué pasa?, son muy pocas las personas, que no aceptan la verdad cuando se la expresas, cuando le dices las cosas como son, cuando eres transparente con ellas, cuando por ser sincero con ellas, se ofenden. Esto sucede casi siempre con las relaciones de amistad. Por esa razón, yo tengo muchos conocidos y muy pocos amigos, a los cuales los puedo contar con los dedos de una sola mano, y me sobran dedos.
Los que me conocen, saben que soy una persona de carácter fuerte, y que digo las cosas como son, ¿Qué en muchos casos quizás no me detengo a pensar como se va a sentir el otro cuando me expreso?, es cierto, no lo niego, es una conducta que debo mejorar, pero de ahí, a dejar de ser yo, para que otros se sientan bien. ¡Lo siento!, porque prefiero seguir siendo sincero, aunque eso me cueste perder supuestas amistades y conocidos. Nunca amigos. Porque los verdaderos amigos te aceptan como eres, y también, por supuesto, te dicen las cosas como son, o sea, son sinceros contigo, y nada pasa, al contrario, cada vez que asumen su posición de amigos y te dicen las cosas tal como son, a partir de ese día, aunque te molestes, porque a casi nadie le gusta que le digan la verdad de las cosas, cuando te das cuenta de que tienen la razón, los quieres más, los valoras más.
Ser sincero es difícil, muy difícil, sobretodo en una sociedad como la nuestra, en donde cada quien piensa para sí, no le importas a nadie, (aparte de los verdaderos amigos), con sus acciones te hacen tomar malas decisiones, te llevan por el camino incorrecto, te dan “palmadas” en los hombros y te dicen: “No te preocupes, que yo estoy contigo”. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho, son muy pocos, los que al momento de la verdad te demuestran esa sinceridad de las que se ufanan en pregonar. Es por esa razón que te sugiero, que hagas una introspección de ti, y que te preguntes. ¿Estoy yo siendo sincero con los que me rodean?
Nota: Lo aquí escrito, no va dirigido a nadie en específico, pero si le sirve el sombrero, pues simplemente. ¡Póngaselo!.